martes, 19 de febrero de 2013

Cómo pueden ayudar los hijos a las familias en crisis

Juan Antonio Planas. Presidente de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España, de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y orientador en el IES Tiempos Modernos de Zaragoza. 

En estos momentos de crisis económica hay que dar respuestas creativas e innovadoras. No podemos caer en el desánimo colectivo y paralizarnos por los problemas que nos vienen del exterior. En algunos países la expresión “crisis” se considera como oportunidad. En ese sentido, hay que aprovechar las posibilidades de disponer de más tiempo, de explorar diferentes alternativas y de cultivar nuevas aficiones. 


Desde una perspectiva psicopedagógica los momentos de depresión hay que abordarlos con imaginación y acción. Los hijos, amigos y otros familiares son fundamentales para salir de una situación frustrante. Dialogar, compartir experiencias, jugar, viajar, etc. constituyen la mejor terapia para superarla. 

Cuando falta el trabajo y escasea el dinero no queda otro remedio que adaptarse. Eso no quiere decir resignación. Todo lo contrario. Es decir, cambiar hábitos y valores que teníamos olvidados como por ejemplo dedicar menos tiempo al móvil e internet y realizar más actividades en familia. 

Posiblemente esta crisis va a posibilitar cambios de valores. La fiebre consumista, el hedonismo individualista, la insolidaridad, el desprecio al medio ambiente, el egoísmo, la falta de empatía ... no podían seguir aumentando. 

Desde los servicios de orientación llevamos años observando un deterioro en el clima de diálogo familiar y también una creciente inmadurez emocional en el alumnado. Con la mayor capacidad económica se ha conseguido que cada miembro disponga de un móvil, de un ordenador personal, de una televisión en cada habitación, etc. Tal vez, la necesidad de reducir ese derroche va a posibilitar que haya más ocio compartido. Los hijos no sólo deben aceptar esta nueva realidad de apretarse el cinturón, sino que deberán contribuir con su actitud positiva y con su jovialidad a levantar el ánimo de sus padres. 

Podemos y debemos aprovechar esta crisis para fomentar valores relacionados con el respeto al entorno y el respeto hacia los demás, para aumentar la solidaridad hacia los que más lo necesitan y para aumentar la empatía. No hay nada más negativo para cualquier persona que educarse en el egoísmo e individualismo menospreciando e ignorando los sentimientos de otras personas. A la larga se convertirán en personas inmaduras emocionales y, por tanto, susceptibles de sufrir con más intensidad cualquier revés. 

La escalada de consumismo sin límite, el derroche alocado, la incapacidad de ponerse en la piel del otro o el poco cuidado de nuestro medio ambiente debía tener un fin. Ojalá esta crisis sirva para reflexionar colectivamente, nos haga valorar lo que realmente importa y lo que nos va a hacer felices de verdad. 

Los hijos nos pueden enseñar muchos de estos valores que teníamos olvidados, incluso pueden contribuir a transformar un estado de depresión en otro de serenidad responsable. Por ejemplo para las personas que están perdiendo la ilusión por ciertos compromisos puede ser muy recomendable adquirir alguna mascota. El que siempre te reciban manifestando su alegría, la obligación de alimentarlos, asearlos, pasearlos o jugar con ellos puede ser muy terapéutico. Los hijos, de igual manera, pueden contribuir a elevar el ánimo de la familia. Pueden contagiar su alegría y vitalidad a los más mayores. Por eso, es recomendable asumir entre todos las situaciones por duras que sean. Y también es preciso que se impliquen mucho más en las tareas domésticas, que sean más respetuosos con sus padres y sobre todo más afectuosos. 

Ojalá cuando hayamos superado esta crisis no olvidemos los motivos que nos condujeron a ella y no perdamos de vista los valores que nunca debimos abandonar.